Los residuos de envases se han convertido en una de las mayores plagas de esta década, principalmente por su proliferación y un solo uso.
Según Eurostat, Europa produjo 170 millones de toneladas de residuos de envases en 2018 (equivalente a 174 kg por habitante europeo), siendo aproximadamente el 40% cartón y papel, 20% plástico, 20% vidrio y 20% madera. Debido a los sistemas de gestión de residuos deficientes en todo el mundo y a la basura de los consumidores, la mayoría de los envases de plástico que se envían a los vertederos terminan en nuestro entorno natural. Ocho millones de toneladas de plástico se vierten en el océano cada año, amenazando la vida silvestre, alterando los ecosistemas y presentando riesgos para la salud humana.
El embalaje secundario y terciario utilizado en la cadena de suministro también es un problema creciente; desde tarimas de un solo uso y cajas de cartón desechables hasta envoltorios de plástico, genera grandes volúmenes de desechos, gases de efecto invernadero y consumo de combustibles fósiles, todo lo cual contribuye significativamente a los desafíos ambientales del mundo. El esfuerzo de reciclaje necesario es enorme y requiere millones de toneladas de CO², lo que exacerba nuestro problema de calentamiento climático que ya empeora.
Eliminar el desperdicio es un imperativo de reputación y una oportunidad comercial tanto para los fabricantes como para los minoristas. Las empresas que no manejen sus desechos encontrarán que sus operaciones se vuelven menos sostenibles. Además, es posible que otras empresas no trabajen con organizaciones que generan un exceso de desechos, ya que esto afecta su cadena de suministro y sus objetivos y valores de sostenibilidad.
No sorprende entonces que tanto la sociedad como el planeta pidan un replanteamiento total de los envases.